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Cuando pensamos en negociaciones de alto nivel entre diplomáticos solemos pensar primero en temas como fronteras, refugiados o conflictos armados, pero existen otras cuestiones con algo menos de prensa que también son importantes para las naciones. Si bien para los realistas más duros los bienes culturales registran muy bajo en la escala de prioridades de un país, es innegable que no son insignificantes. El valor simbólico de los objetos del pasado no es menor como prueban los ejemplos que comentaremos en este post y los esfuerzos de los gobiernos participantes para conservarlos o recuperarlos.

En primer lugar, debemos analizar el conflicto por el objeto ilustrado en la foto de portada: el penacho de Moctezuma. Este tocado, aunque rodeado de dudas históricas, tiene un gran valor y ha sido protagonista de diálogos de décadas entre el país de donde proviene, México, y el que lo aloja en su Museo de Etnología, Austria. Desde la Segunda Guerra Mundial existen antecedentes de promesas de devolución, en respuesta a la buena voluntad de México como primer país en condenar la invasión nazi a Austria, que nunca se concretaron. En 1991 la presión se reforzó al realizar el gobierno mexicano un pedido firme de devolución, mientras que en 2011 se hizo una oferta de intercambio: el penacho por los carruajes de Maximiliano de Habsburgo. Lamentablemente, la lentitud de las negociaciones ha llevado a que aún si se lograse el elusivo acuerdo en la actualidad sería imposible trasladarlo por su fragilidad.

Otro ejemplo de disputa es el de la colección de pinturas de Sir Hugh Lane. Actualmente en la National Gallery de Londres, las 39 pinturas de artistas impresionistas de la talla de Monet, Manet y Renoir fueron legadas a la ciudad de Dublín por su dueño, el coleccionista Sir Hugh Lane, con el objetivo de fundar una galería exclusivamente para ellas. Sin embargo, tras la muerte de Sir Lane en el hundimiento del Lusitania en 1915 las pinturas fueron a parar a la National Gallery londinense, por considerarse que la declaración de intención del dueño era inválida al no existir testigos de su voluntad. Durante un siglo, estas pinturas han representado para los irlandeses un símbolo de expolio colonial por parte de los británicos y han tenido una presencia constante en las muchas instancias de diálogo y conflicto entre unos y otros. Este año puede ser la primera vez que algunas de ellas pisen suelo dublinense en forma de préstamo tras años de negociación, pero la propiedad se mantiene en manos de la National Gallery.

No es extraño en los museos de Londres encontrar objetos adquiridos de forma dudosa, por lo que la obligación a devolverlos es fuertemente resisitida: corren riesgo de quedar diezmadas las colecciones si todos los países solicitan lo suyo. Grecia se encuentra en proceso de denuncia ante la UNESCO contra el British Museum por el retorno de los mármoles del Partenón en su posesión, al que las autoridades de la institución se niegan rotundamente. Aducen que la presencia de objetos culturales de gran valor en ciudades como Londres, París o Nueva York permiten que sean más los visitantes que las puedan disfrutar que si se quedarán en sus lugares de origen.

A pesar de todo, hay cada vez más ejemplos de conflictos resueltos favorablemente como la devolución de Francia a China de dos cabezas de bronce saqueadas durante la Segunda Guerra del Opio en el siglo XIX,  la devolución a Perú de más de 400 objetos incas en manos de la Universidad de Yale tras la intervención de los presidentes de los dos países, las medidas que ha impuesto con éxito Egipto para lograr que Israel controle el tráfico y devuelva 126 antigüedades egipcias robadas durante los levantamientos de 2011 o la devolución de Italia a Etiopía de una columna de 2000 años robada de la ciudad sagrada de Axum durante la invasión de Benito Mussolini. 

Estos son unos pocos de muchos ejemplos que han tenido lugar en la última década, debido a que los países víctimas de pérdidas involuntarias de patrimonio o incluso robos de sus bienes culturales han decidido no callar. Por supuesto, el despertar de las intenciones de repatriación de más países provocará nuevas complicaciones (¿Qué tan lejos volver en la historia? ¿Pueden resolverse estas cuestiones sólo con la mediación de UNESCO? ¿Cuál es el límite? ¿Qué pasa cuando los objetos ya están en manos privadas?), pero es importane que todo aquel país que quiera recuperar parte de su historia pueda al menos atreverse a intentarlo y no tener que conformarse con no volver a poseer los bienes culturales que legítima o moralmente les pertenecen porque les fueron quitados en un momento de debilidad pasada.

Por Candela Farroni. Foto: Diario Universal México.

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