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Finalmente se firmó el segundo acuerdo de alto el fuego en el Este europeo. Pero éste no fue muy diferente al anterior en el sentido de que se previó su fracaso incluso mucho antes de que entrara en vigor.

El 12 de febrero se reunieron en Minsk, la capital de Bielorrusia, los Jefes de Estado de Francia, Alemania, Rusia y Ucrania, para aprobar un alto el fuego en el este de Ucrania, escenario de intensos conflictos entre soldados locales y rebeldes separatistas. El acuerdo, que tomó algo más de 15 horas de negociaciones, incluía algunos temas como el retiro de artillería pesada, la liberación de prisioneros, una reforma constitucional capaz de descentralizar las zonas rebeldes y, en caso de cumplirse con todas las expectativas acordadas, para fin de año Ucrania podría controlar su frontera con Rusia.

Había en esta jugada algo demasiado claro: Putin se presentaba a la mesa de negociación con la carta más importante pese a las frágiles condiciones que lo llevaron a buscarle un fin consensuado a la crisis. Era otra la situación del mandatario ruso cuando el alto precio energético acompañaba su asunción en 1999, que le permitió tanto como incrementar en nivel de vida de sus habitantes, invertir en infraestructura, fortalecer el ejército y hasta aventajar a occidente. Pero la suerte del país viró justo después de los Juegos Olímpicos de Sochi. La anexión de Crimea ha sido un completo desastre para la economía rusa. Lo que es peor aún, el precio del petróleo ha colapsado y es probable que se mantenga bajo. Las sanciones de Occidentes empezaron a golpear duramente a Moscú, cuya economía está en caída junto a la popularidad de su líder.

Aunque afirme que sólo ha reaccionado a la “agresión de occidente”, Putin es consciente de que contribuyó de manera muy activa en la guerra de Ucrania y que está en él encontrar una salida satisfactoria; que no es posible enfrentar a Kiev sin desatar un conflicto global; que no hay forma de deteriorar la economía ucraniana sin afectar simultáneamente la rusa. ¿Cuál es entonces la importante carta que todavía tiene Rusia? Su disposición a usar la fuerza. Su capacidad por combinar lo que en relaciones internacionales conocemos como soft y hard power, lo militar y lo no militar, ha mantenido a la OTAN y a la UE en velo en todo momento.

Desde la derrota del ejército ucraniano en Debáltsevo, un punto estratégico que conecta las dos zonas rebeldes de Donetsk y Luhansk, el debate se ha centrado en si debe occidente proveer de armas a Kiev, o no. Pero, y a mi parecer, se estaría cometiendo un gravísimo error. Si bien las salidas diplomáticas parecen agotarse y ya, de por sí, la situación es indignante para la propia Ucrania que se muestra como espectador de los “tires y aflojes” que realizan sus vecinos sobre su propio territorio, mantener un perfil pacífico y diplomático no ha sido suficiente como para garantizar su integridad. Con esto hago referencia al Memorándum de Budapest, un documento firmado en 1994, en la cumbre de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa, según el cual, Ucrania, por entonces potencia nuclear, se sumaba voluntariamente a la no proliferación de armas nucleares y exigía a cambio, entre otras cosas, el respeto por su soberanía y las “fronteras existentes” del país. Estado Unidos, Gran Bretaña y Rusia apoyaron dicha decisión firmando ese acuerdo. Pero claro, en ningún lado está explícito que en el caso de que un país violara el memorándum los otros atacarían militarmente porque no es un convenio hecho para garantizar la seguridad y, por ende, la integridad de Ucrania.

Pero, como parte del esfuerzo de mantener a Rusia en la mesa de negociación es necesario evitar la prestación de apoyo militar por parte de la OTAN o de EEUU a Kiev, ya que esto no resultará más que en la prolongación e intensificación del conflicto, así como también provocará la muerte de un mayor número de personas. Además, cualquier movimiento armamentístico sólo servirá como respaldo a los reclamos rusos de que el conflicto en Ucrania realmente proviene del esfuerzo de Occidente por dañar la seguridad y la soberanía rusa. Por otra parte, y luego de lo sucedido en el 2008 en Georgia, el aumento de tropas en el este ucraniano incrementará también la cantidad de tropas rusas en el lugar, por lo que habría que ver si los EEUU estarían realmente dispuestos a enfrentarse directamente a Rusia en un nuevo campo de batalla. Todo esto mientras aumenta la popularidad de Vladimir Putin en su propio territorio.

Por Valeria Scoponi. Foto: Viñeta de Patrick Chappatte el 10/02/2015 en New York Times.

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